Arturo no lo podía evitar. Y eso que ya eran setenta y siete años los que cumpliría a mediados de enero. La gente lo miraba raro cuando lo veían rebuscando en la basura.
Llevábamos unos días algo intranquilas. Martina Carnota había dicho el lunes en el comedor que los Reyes no existían, que era imposible traer desde Oriente tantos regalos a tantos niños y en todo el mundo.
El gran día ha llegado y, mientras los habitantes de Fuenterrica cuentan los segundos para que dé comienzo la Cabalgata de Reyes, en la Central de Desfiles y Eventos Mágicos algo insólito está a punto de suceder.
La Navidad era la fiesta favorita de los Ramírez y, cada año, siempre que podían, la alargaban hasta verano. Adoraban el turrón y comían de todos los tipos y sabores…
Aquella mañana parecía igual a la anterior. El mismo frío que se le posaba en la punta de la nariz, la misma nieve arropando el bosque y el mismo olor a chimenea.
Confeti, serpentinas y hasta gorritos han traído mis abuelas. A mi abuelo Juan, que no tiene pelo, le he puesto una peluca de color lila. ¡Está tan gracioso!
El niño miró extrañado a su abuela, aun así hizo lo que le decía, y no vais a creer lo que ocurrió después: el gorro comenzó a zumbar y a vibrar, el pompón se iluminó dando vueltas y después se escuchó…
Ara siguió tejiendo un día tras otro. Llenaba de bufandas y gorros de colores sus cestas de labor. Algunas tardes casi le parecía oír las risas de Nora al otro lado de la puerta, pero solo era el viento.
“¡Menudo empacho el del año pasado! Aún no lo he olvidado. Mi barriga llena de galletas, polvorones, leche, peladillas, turrones, garrapiñadas, pastas y bombones, que los niños y niñas me dejan en sus salones.
Cada veintidós de diciembre íbamos a cenar a casa de la abuela Manuela. Podías llegar con los ojos cerrados, el aroma a galletas de mantequilla y el sonido de la leña ardiendo en la chimenea gritaba que ya estábamos allí.
Sami se había despertado el primero, a su lado había cinco conejitos que soñaban apaciblemente. Sami era un conejo muy inquieto y desde que le anunciaron su llegada estaba impaciente, quería salir y avisar a todos.
Se acercaba Navidad. Se sabía porque la nieve empezaba a cubrir los tejados del pueblo y de las chimeneas salía un humo blanquecino que se entremezclaba con los copos que caían del cielo. Las luces adornaban las calles.
La historia comienza a mis tres años. Los abuelos me llevaron al centro comercial para hacerme la típica foto navideña. Mi primer contacto con el barbudo rojo resultó simplemente desastroso.
No lo entiendo, lo perdí hace ya tiempo y no he vuelto a encontrarlo. No sé cómo, dónde, ni cuándo pasó. Solo sé que ya no está conmigo y eso me pone muy triste. Necesito encontrarlo de nuevo, pero ¿por dónde empezar a buscar?…
Copodenieve se asomó al borde de la nube y observó la blancura del paisaje, no se veía el fin. Sus piernas temblaron, pero su mamá le agarró la mano, se la apretó con fuerza, y juntos saltaron al vacío.
Cuando se abrió la puerta del invernadero, aquella fría mañana de diciembre, salieron en fila india: Mamá, con guantes gruesos para todos; Papá, con un saco de arena; Olivia, con un pico y una bolsa de semillas y Matilde arrastrando una pala y con cara de pocos amigos.
Cuando se abrió la puerta del invernadero, aquella fría mañana de diciembre, salieron en fila india: Mamá, con guantes gruesos para todos; Papá, con un saco de arena; Olivia, con un pico y una bolsa de semillas y Matilde arrastrando una pala y con cara de pocos amigos.
Era un mes de diciembre frío, y las casas olían a chimenea y leña recién cortada. Cada día, al atardecer, las calles quedaban desiertas y el ruido se concentraba en el interior de los hogares.
Era un trece de diciembre en el Bosque de Ed. La helada había cubierto las ramas de los árboles como si fueran fundas de cristal. Dentro de casa se estaba terminando la leña y papá aún no había regresado. Las tres hermanas comían bollitos de azafrán con sus camisones ya puestos alrededor de una mesa iluminada por velas. Sus nombres eran Lucía, Anna y Astrid, su padre las llamaba cariñosamente “mis estrellas”.
Papá colocó el cofre sobre la mesa y Luna y yo nos miramos emocionadas. El cofre, que en realidad es una vieja caja de madera, alberga un gran tesoro: decenas de recetas de galletas navideñas, transmitidas de generación en generación. Papá lo heredó cuando yo nací. Algún día será mío y, claro, de mi hermana Luna también.
Apareció en el cielo un lunes de diciembre. Era una nube con forma de gato y que, al igual que los gatos, maullaba, al igual que los gatos, ronroneaba y, al igual que los gatos, tenía siete vidas. Pero aquel día la bruja Catalina pasó volando en su escoba mientras leía un cuento de ogros y cuando quiso darse cuenta… —¡Marramamiau! …se estrelló contra la nube-gato. Como imaginaréis, de siete vidas que tenía, solo le quedaron seis.
Hada vivía en el planeta Guau. En este planeta, los perros eran los seres más inteligentes y sus animales de compañía preferidos eran las personas. Solían decir que eran tan listas que solo les faltaba ladrar.
Escondido en una caja esperando su momento, el árbol de Navidad estaba supercontento. —¡Ya es ocho de diciembre! —repetía ilusionado—. Muy pronto vendrán los niños alegres y alborotados. Montarán todas mis piezas, me llevarán al salón, con adornos, luces, bolas, estrella y espumillón.
—¡Daniiii, mamáááá! ¿Habéis visto mi bola de nieve? Ay, dónde te habrás metido, bolita mía? ¡Ya la tengo! La agité y, en el paisaje nevado de una granja, empezó a caer la nieve. ¡Qué maravilla! Me encantaría que nevara en Navidad.
Aquel año, Papá Noel había tenido un gran resfriado que lo obligó a permanecer varios días en cama, justo en el momento en que debía preparar los regalos de Navidad para los niños. El trabajo se le acumuló y, una vez recuperado, tuvo que hacerlo más rápido de lo normal. ¿Y qué pasa cuando acemos las cosas a toda prisa?
Toda la familia unida, los más grandes y los chicos tocamos la pandereta y cantamos villancicos. Ande, ande, ande, llega Nochebuena, comemos turrones, ¡noche de verbena! Ande, ande, ande, llega Navidad, también comeremos rico mazapán.
Ardilla esperaba ansiosa la tarjeta de Navidad de Erizo, no fallaba ningún año. Sin embargo, el sobre que encontró ese día en el buzón no estaba dirigido a ella, sino a la pesada de la señora Nutria. ¡Qué despiste tiene el cartero! Ahora tendría que ir a su casa a llevárselo, ¡con lo que hablaba!
Dentro de un joyero, al lado de los pendientes heredados de la abuela Adela, descansaba una vieja bolsa de canicas. Había acompañado a Ramón, el abuelo de Andrés, durante toda su infancia, siendo la culpable de miles de risas, algunas peleas y varios remiendos de pantalones.
Mariquita estaba muy emocionada. Esta Navidad, el “Encuentro Anual de Bichitos y Animalillos de Jardín” se celebraba en su casa. Preparó galletas de jengibre y ponche de huevo, encendió el fuego y colocó bajo el abeto la caja de los tesoros, un pequeño cofre de madera que había encontrado abandonado cerca del rosal.
Hoy termina Adviento de cuento, para nosotras ha sido una experiencia única y esperamos de corazón que lo hayan disfrutado en familia.
Les deseamos una Nochebuena llena de paz, brindando y festejando en compañia de los seres queridos y con el recuerdo en el corazón de los que ya no están a nuestro lado.
Otro clásico de la Navidad son las comilonas: comidas y cenas de empresa, Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo, Reyes… ¡zampar y zampar sin parar!
En Navidad, no podemos olvidarnos de aquellas personas que pasan necesidades. Debemos ser conscientes de que no en todas las familias se pueden comprar regalos, adornos o comida especial. Conocer otras realidades y valorar la suerte tenemos.
A medida que nos volvemos mayores dejamos de creer en ciertos personajes y, aunque parecería el fin de la magia, es una buena oportunidad para dar un cambio de 180 grados y transformarnos nosotros mismos en los «hacedores» de esa magia.
En ocasiones nos sentimos tristes cuando las cosas no nos salen a la primera, pero lo que en un principio puede parecer un fracaso, quizá pueda convertirse en una oportunidad.
En muchas películas navideñas suelen verse a parejas y desconocidos besarse bajo las ramas de un muérdago pero, ¿sabías que esta tradición se remonta al siglo XVII?
La Navidad una época de reencuentros, unión, celebración, pero también, es un momento en el que solemos recordar y extrañar a los que ya no están. Muchas veces es necesario cambiar ciertos hábitos y empezar de nuevo.
En esta época del año son frecuentes los encuentros entre amigos y con la familia. Reuniones donde no pueden faltar una apetitosa comida y postres elaborados con especial cariño.
Hoy 11 de diciembre es el día Internacional de las Montañas. Desde Tres patas y pico queremos difundir su importancia para nuestro planeta y concientizar sobre la importancia de su conservación.
Los animales son nuestros compañeros de planeta y tienen unos derechos que todos/as deberíamos respetar. Creemos que es una cuestión de educar y trabajar en las raíces para que las nuevas generaciones pueden conseguir un mundo más amable para nuestros compis.
Cada familia tiene tradiciones diferentes, algunas son de Papá Noel, otras de Reyes; algunas lo celebran como una fiesta religiosa, otras no;; y poco a poco vamos introduciendo costumbres de otros países como este calendario de Adviento que estamos preparando entre tod@s 🙂
Habitualmente las familias suelen escoger el día 8 de diciembre para montar el árbol de Navidad. Hay varias leyendas sobre qué significa el árbol y por qué se pone en esta fecha. Pero lo que sí está claro es que es un momento especial y característico de la Navidad con el que toda la familia disfruta, y cuando decimos TODA, también nos referimos a esos pequeños felinos que, en ocasiones, hacen de las suyas. 🙂
Asociamos la Navidad con paisajes nevados, personas al calor del fuego de la chimenea, pistas de patinaje sobre hielo,… pero no siempre es así. Para los que viven en zonas más cálidas y desean unas fiestas blancas, les invitamos a refrescarse en esta historia y a no perder las esperanzas.
Hoy es San Nicolás y, en algunos países de Europa como Alemania, Bélgica y Holanda, los niños/as festejan su llegada colocando la noche anterior sus botas, ¡al mejor estilo de los Reyes Magos! Al despertarse las encuentran repletas de nueces, cacahuetes, mandarinas, chocolates y algún que otro regalito.
Llega diciembre, faltan cada vez menos días para Navidad y en el ambiente ya se siente su presencia: aromas a galletas, decoraciones, luces en las calles y… villancicos.
No hay momento más mágico que abrir el buzón y encontrar en su interior una tarjeta navideña. Sin duda, recibir una carta, postal o felicitación nos hace sentir bien y nos recuerda que alguien ha estado pensando en nosotros
Todos sabemos que la Navidad, además de una época entrañable y familiar, también es un periodo en el que consumimos en exceso. Los niños reciben muchísimos regalos pero muchos de ellos ni siquiera llegan a estrenarse. No siempre los regalos más caros son los más especiales.
Durante nuestra vida nos centramos en acumular. Compramos libros, juguetes, zapatos, ropa, etc… tenemos cantidad de objetos materiales que no utilizamos pero, sin embargo, nos es difícil desprendernos de ellos.
Existen muchas tradiciones relacionadas con la Navidad y muchas formas de ir contando los días que van pasando. Algunas familias preparan coronas de Adviento decoradas con cuatro velas que van encendiendo los cuatro domingos previos al veinticuatro de diciembre…
Las elfas buenas estaban ilusionadas y un tanto impacientes, habían estado trabajando arduamente durante meses en un libro muy especial, un libro para inundar de magia navideña muchos hogares. Por fin, el archivo estaba en imprenta y todo marchaba según lo previsto.
Cada vez falta menos para el primero de diciembre y para comenzar con Adviento de cuento. Como sabéis, después de cada lectura propondremos una actividad para realizar en familia. Las actividades son muy diversas e incluyen desde juegos, manualidades y charlas en familia. Por eso, sería importante comenzar con la preparación de los materiales necesarios unos días antes.
Somos Julia Pérez Villegas, Silvina Eduardo y Cristina Oleby. Tres mujeres unidas por la literatura infantil. Somos las tres patas. Nos hemos juntado para llevar a cabo este proyecto, en el que colaboran muchos artistas y amigos. Ellos son nuestro «y pico».
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